DIARIO INDEPENDIENTE DE ASTURIAS

GIJON, 30/11/2002


Recuperar la memoria histórica

Pedro García-Rendueles Aguado

En la casa de mis padres se rezaba todas las noches el rosario. Después de la letanía, era mi madre la encargada de sustituir a mi padre en la dirección del rezo y comenzaban los padrenuestros por personas ya fallecidas y amigos y parientes vivos, pero en apuros.

Uno de estos ruegos se dedicaba a don José Gaos y González Pola, obligado a marcharse a México tras la guerra civil, filósofo eminente, rector de la Universidad de Valencia (1936-1939) y perseguido por el régimen del general Franco por su afiliación al PSOE. Aún resuena en mis oídos -de viejo hoy- lo escuchado por los del niño -entonces- «Un padrenuestro porque a Pepe Gaos no le pase nada», invocaba mi madre, con su imborrable gaditano. Pepe Gaos era primo de mi tía Asunción G. Pola, la mujer de mi tío abuelo, don Rafael Laviada Cienfuegos, ambos carlistas acérrimos como todos sus hijos, voluntarios dos de ellos en el bando nacional -Ignacio y Roque-, margaritas las hembras, vivas entonces (Cándida, Asunción y Covadonga) y fusilado por el bando republicano en las tablas del cementerio de Jove su tercer hijo varón, Rafael Laviada G. Pola que, apenas contaba los 18 años y era sobrino carnal de don José Gaos G. Pola.

Mi padre, hombre liberal y de derechas, que hasta su muerte se declaró públicamente así, sin vergüenza, ni miedo, por lo uno ni por lo otro -por lo otro y por lo uno- rezaba con especial fervor el padrenuestro por Pepe Gaos, hasta que supo que estaba en seguridad y prosperidad en el exilio mejicano. Criado en esta variopinta familia, que tan bien recuerdo, ¿qué puedo pensar yo del movimiento que hoy se vive en España a favor de la llamada «recuperación de la memoria histórica»?
Respuesta, que me parece bien, con una sola condición: que se intente con objetividad, justicia y sin rencor, sin sacar fuera de contexto histórico los errores, vesanias y horrores, que una guerra civil inspira a los contendientes. Y dejando en paz a los muertos. Esta fue la base de la transición del régimen anterior al régimen actual, o ¿es que queremos «cargarnos» la paz por la que la gente de a pie, no dábamos un duro (0,03 euros)?

Y también me pregunto hoy -tiempos en que el concepto de familia se ha reducido al mínimo indispensable y poco más- ¿cuántos hijos de familia se saben los dos apellidos de sus abuelos, sus trabajos, sus problemas, o quiénes eran los hermanos de éstos, o los nombres y apellidos de sus tíos y tías políticos? ¿Por qué, antes de desenterrar a los muertos, no intentamos conocer o reconocer bien a los vivos?

Y sobre todo, ¿por qué a los dirigentes políticos de derechas les da vergüenza reconocerse como tales, aunque capaces de dialogar civilizadamente con homólogos de la progresía de la «gauche divine», y caen en la trampa saducea de la reciente condena parlamentaria unánime al régimen anterior?

El próximo «cepo» lógico que les pondrán, lo veo venir; pero por ahora me lo callo. Sólo diré que me inspiró el barrunto el gran periodista Eugenio de Riona, en su clarividente artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el pasado domingo, 24 de noviembre, bajo el título «Hacia la III República».

Y mientras, los diez millones de españoles que votaron al PP en las últimas elecciones generales, dándole la mayoría absoluta, esperando a que gobierne con firmeza y fidelidad a su programa electoral, que fue por lo que en gran parte, le dieron su voto.
 


Pedro García-Rendueles Aguado es abogado.

 

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