DIARIO INDEPENDIENTE DE ASTURIAS

 

 

ASTURIAS, 13/10/2002

OPINION
Recuperar la memoria histórica

Que los exiliados republicanos «mantuvieron vivo el ideal de la legalidad constitucional y el Estado de derecho» es lo que nos recuerda la muestra de la exposición Exilio, que inauguró el Rey don Juan Carlos en el Palacio de Cristal del Retiro, el pasado 17 de septiembre. Refiriéndose a esta colección de documentos gráficos de la exposición Exilio, Juan Manuel Bonet, director del centro de arte Reina Sofía, dijo que «simboliza una reconciliación de los españoles».

La documentación gráfica o escultórica de un episodio de la historia de España está bien que, en un momento dado, sus patrocinadores lo exhiban. El hecho de recordar a los ciudadanos de un país un determinado acontecimiento que sirva, como la muestra a que nos referimos, para mantener vivo en la memoria un hecho que tuvo tan trascendentales consecuencias, es encomiable. Otra cosa muy distinta es mantener una exposición permanente en diferentes lugares de la geografía española y, en diferentes formas de expresión, signos de la horrible tragedia vivida por nuestros padres o abuelos. Insistir en conservar esas efigies y nombres, que no sólo rompen la armonía del paisaje, sino que su presencia hiere, no tiene sentido.

Consolidado el puente de la reconciliación, que une las orillas de las dos Españas, no tiene ningún valor conservar las señales que sólo identifican a una de ellas. Si no fuese así, si no fuese un descuido mantener visibles esas huellas, habría que pensar que esos pueblos que los conservan y exhiben, no han superado las causas originarias del trauma vivido con tanto dolor.

He visto el programa de TVE del domingo 21 de septiembre y se me arrugaba el corazón viendo los gestos y escuchando las palabras de aquellos exiliados, que querían expresar lo irracional de la contienda, el sufrimiento y la amargura de los vencidos. Querían transmitir ese estado anímico que difícilmente encuentra palabras para expresarlo. En aquellas imágenes y sonidos de la pequeña pantalla se podía sentir la agresividad y el odio de los vencedores, la humillación y la honda tristeza de los vencidos.

Recuperar la memoria histórica, además de ser útil para la reconciliación de los españoles, es aconsejable como guía de todo proyecto de futuro. Las señales o signos de la horrible tragedia deben conservarse en los archivos o en los museos y sólo exhibirse cuando se dude en la elección del camino a seguir. Mantenerlos en exposición fija y permanente, como símbolo de poder y autoridad, es una falta de consideración. La presencia de esas señales hiere a vencedores y vencidos. Les traen a la memoria imágenes que las mujeres y hombres de buena voluntad desean olvidar. Es de suponer que ya no existan personas que se sientan confortadas por ellas.

Oviedo, como otras ciudades y comunidades, está buscando un nuevo perfil. El que tiene en la actualidad, desde el punto de vista que estamos analizando, no es para estar orgulloso de él. A pesar del tiempo transcurrido, durante el cual la democracia debería estar consolidada en todas sus dimensiones, aquí, en la capital del Principado, aún se mantienen expuestos al público de forma permanente muchos de estos signos que se identifican con los vencedores de 1939.

Pienso que una reflexión serena de la sociedad ovetense sobre la simbología de calles, plazas y otros emplazamientos en el municipio, sería una buena aportación para construir ese nuevo perfil de ciudad y, al mismo tiempo, profundizar en la democracia.

Juan Benito Argüelles, presidente de honor de Tribuna Ciudadana, conocedor del sentir de las gentes de esta ciudad, con mucho amor y buen sentido, ha escrito un hermoso e inspirado artículo, publicado en LA NUEVA ESPAÑA, sobre el nombre de las calles y plazas de Oviedo. El pincel con el que Juan Benito traza los nombres tienen aroma, color y poesía. Traslada al paisaje la frescura y belleza que exige el nuevo perfil de la ciudad leal, que ambiciona recuperar su identidad.

CÁNDIDO G. RIESGO

 

 

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