EDITORIAL PRENSA ASTURIANA Director: Isidoro Nicieza


Domingo 19 de Noviembre de 2006

CUENCAS

Recuerdos de la vida en el cerco de Oviedo

Foto
Marino Fernández.


Marino Fernández, de La Nueva, relata las experiencias vividas durante su participación en la contienda

San Roque (Langreo),
Miguel Á. GUTIÉRREZ

«La Llaniza, Otero, Larca y El Andallón». Han pasado 70 años, pero Marino Fernández Zapico aún recuerda con detalle los nombres de algunas de las posiciones que configuraban el cerco a Oviedo, una operación militar en la que tomó parte con tan sólo 18 años. Sin embargo, la sorprendente memoria que despliega este vecino de la población langreana de San Roque no es el rasgo más llamativo de su personalidad. «Siempre he tenido mucho sentido del humor; en la trinchera siempre les contaba chistes a los compañeros. Estaba en medio de una guerra y parecía que andaba de fiesta», rememora.

Uno de los primeros recuerdos que este langreano tiene de la guerra civil en Asturias procede del aire. «Estábamos en una campa tomando el sol con unos amigos cuando aparecieron unos aviones. Creíamos que iban a soltar bombas, pero lanzaron octavillas incitando a la rendición». El aviso no hizo mella en Zapico, que acudió a alistarse voluntario: «Fui al frente porque iba todo el mundo, aunque no sabías lo que te encontrarías. Por aquel entonces te hervía la sangre; ahora todavía "fierve", pero menos».

Zapico, militante del Partido Comunista, fue destinado a cercar Oviedo. Allí se encontró con escenas impactantes: «Había uno al que le había estallado una bomba de piña, de las que fabricaban en Mieres; la cara se le caía a trozos, no podía ni hablar y aún así seguía en primera línea. Gente así ya no se fabrica».

Este combatiente republicano también recuerda la impresión que le causó el armamento que se encontró en el frente: «Había de todo. Balas que no perforaban ni un colchón y unos cartuchos franceses grandes como puños que atravesaban una pared. También recuerdo un cañón que yo llamaba el "Chispún" porque no te daba tiempo ni a refugiarte; oías salir el obús y ya lo tenías encima».

Zapico tampoco ha olvidado las carencias padecidas durante el tiempo que duró la contienda. «Por lo general se comía bien, salvo que quedaras cercado; entonces sí que se pasaba hambre. Yo no me puedo quejar porque en las primeras semanas del cerco mi madre se acercaba a Llanera a traerme alguna que otra boroña», explica este langreano.

Cuando las «columnas gallegas» rompieron el cerco a Oviedo y el frente nororiental comenzó a tambalearse, Zapico fue trasladado a Cantabria. Con la caída de Santander, en agosto de 1937, formó parte del repliegue hacia Asturias. «Cerca de Covadonga les decía a los compañeros que frenaríamos a los fascistas como Pelayo, a peñazos si hacía falta. Al final hubo que salir de allí a escape», rememora este langreano sin perder el sentido del humor.

Zapico cree que la falta de coordinación en el bando republicano fue uno de los factores determinantes que contribuyeron a dar la victoria al bando nacional: «Había voluntad, pero faltaba organización. Fue una cuestión de "ferramienta"; ellos tenían carros de combate y nosotros carros del país».

Marino Fernández Zapico regresó definitivamente a su casa en 1942, ocho años después de haberse ido. Antes estuvo encarcelado tras ser delatado por sus vecinos. Al echar la vista atrás, con 89 años a la espalda, este minero retirado habla sin rencor y con el poso reflexivo que otorga el paso del tiempo. Tampoco renuncia a exhibir un merecido orgullo de superviviente. «Ni Franco pudo conmigo», sentencia a modo de victorioso epílogo. No le falta algo de razón. Las bombas de piña, las balas que pasaron de largo y los ecos del «Chispún» están ahí para dar fe de ello.
 

 

Prensa 2006
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