EDITORIAL PRENSA ASTURIANA




Director: Isidoro Nicieza

DIARIO INDEPENDIENTE DE ASTURIAS

GIJÓN, 13/04/2005

Republicanos

JOSÉ MIGUEL BERNARDO

Mientras el utilizar conceptos tan normales y nobles como «República» y «republicano» hagan ponerse en guardia a sectores de la sociedad ávidos de enfrentamientos pasados; mientras las palabras «República» y «republicano» generen miedo en una sociedad sufridora de una guerra civil, y mientras socialmente se asocien los conceptos «República» y «republicano» en exclusiva a una tendencia idelógica peyorativamente representada con el término «rojo», será todo ello síntoma inequívoco de que la verdadera transición democrática aún no ha concluido.

En fechas de conmemoración y recuerdo de lo que fue y significó hace setenta y cuatro años la proclamación de la II República española, puede palparse en la sociedad que la transición democrática iniciada después de la muerte del dictador, no ha concluido. No porque aún nuestra forma de Gobierno no sea una República, ni porque aún conservemos una Jefatura del Estado heredada de un régimen dictatorial, sino porque la historia que las españolas y españoles hemos escrito, imposibilitó legalmente, y aún imposibilita mediáticamente y culturalmente, que hablar de «República» sea tan normal, digno y respetable como lo sería hacerlo en cualquiera de nuestros países limítrofes.

No sería de buen republicano dejar de reconocer los avances que esta transición democrática ha traído en materia de libertad e igualdad, pero tampoco sería de buen republicano dejar de responsabilizar a las organizaciones políticas protagonistas de la transición por su contribución a defenestrar y devaluar el concepto «republicano» hasta mínimos que hoy pueden percibirse en la sociedad. Organizaciones políticas como la que hoy en día preside nuestro Gobierno central, autonómico y local contribuyeron con actitud permisiva a consentir que en las primeras elecciones democráticas no fueran legalizados partidos con nomenclatura republicana, en unos comicios a los que sin embargo pudieron presentarse organizaciones totalitarias.

Izquierda Republicana, organización de Manuel Azaña, pero también de asturianos como el tinetense José Maldonado (último presidente de la República en el exilio) o el gijonés Antonio Ortega (profesor, escritor y político), fue uno de estos casos, procediéndose a su legalización al cabo de cinco meses de los comicios. Y eso que esta formación, al igual que otros partidos netamente republicanos, venían avalados por una actitud moderada, viéndose encajonados en una República polarizada por una derecha dispuesta a combatir todas las reformas y una izquierda presionante para que los cambios se hicieran más rápidos de lo que el contexto permitía.

En el aniversario de la proclamación de la II República, año tras año se vienen celebrando eventos que centran sus actos en homenajes póstumos y concentraciones a favor de una República. Respecto al primero, de bien nacidos es que los republicanos acudamos a actos donde honrar a aquellas personas que con su vida dieron ejemplo de lucha por valores tan nobles como la igualdad, libertad y fraternidad. El segundo sorprende a una sociedad que desde las aceras mira con pasividad y anacronismo lo que allí está ocurriendo.

Los republicanos debemos acordarnos del pasado, pero no mirarlo con la nostalgia de lo que pudo haber sido y no fue. Debemos acudir a los cementerios para, como dijo Manuel Azaña en el último discurso en vida, pronunciado desde el Ayuntamiento de Barcelona en 1938, «escuchar la lección de los muertos (...), unos muertos que ya no tienen odio, ya no tienen rencor y nos envían (...) un mensaje (...) de (... )paz».

Los republicanos debemos superar acciones puntuales de ondear de banderas que hacen de un nuevo advenimiento de la República el objetivo de su ser; no olvidemos que cualquier torpeza «real» puede conseguir ese objetivo, y esa no es la República que queremos.

Debemos partir de lo que somos, de la sociedad que tenemos, y aceptar la historia como fue y como se escribió. Como republicanos debemos aplicarnos en el día a día de lo que ocurre en la sociedad de nuestros pueblos y ciudades. Debemos hacernos un hueco social y político donde infundir los valores republicanos de una sociedad más justa e igualitaria, elevando el nivel político, reducido a un juego de descalificaciones y engaños al electorado asumido como normal. Trabajo éste que, en una sociedad en la que el republicanismo, salvo excepciones, está condenado al ostracismo político y mediático, será arduo, y en la mayoría de las ocasiones desmoralizante.

A España, y a Gijón en particular, les avalan una historia de partidos netamente republicanos, partícipes de la vida pública, aun no siendo la República su forma de Gobierno. De nuestra constancia en el día a día dependerá hacer una sociedad políticamente más culta, que con el paso del tiempo necesario, verá la República como la forma de Gobierno más democrática y justa.

Salud y República.

José Miguel Bernardo Rodríguez es integrante de la Federación Republicana de Asturias-Izquierda Republicana.

 

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