EDITORIAL PRENSA ASTURIANA




Director: Isidoro Nicieza

DIARIO INDEPENDIENTE DE ASTURIAS

ORIENTE, 03/07/2005

Los enterrados en Tarna durante la guerra civil
tendrán un monumento

El piloñés Horacio Machargo ve satisfecha una lucha de cinco años con el compromiso adquirido por Justicia

Infiesto (Piloña),

José María ALADRO

El consejero de Justicia del Principado de Asturias, Francisco Javier García Valledor, se ha comprometido con el vecino del pueblo piloñés de Espinareu, Horacio Machargo González, a sufragar la colocación de un monumento dedicado a la memoria de los combatientes republicanos abatidos en las inmediaciones del puerto de Tarna durante el mes de octubre de 1937 en el transcurso de la batalla que en aquellos parajes se libró entre las fuerzas nacionales del general Franco y el ejército republicano que defendía Asturias.

Eran los últimos combates que se libraban en el frente norte de la guerra civil española, y Julio Machargo Caldevilla, padre de Horacio Machargo García, que había sido movilizado y destinado a defender la línea de fortificaciones que orlaban la frontera de Asturias desde el puerto del Pontón, pasando por Arcenoriu y Ventaniella, hasta Tarna, no volvió del frente.

El gobierno republicano de Asturias, ante la ofensiva franquista, había fortificado los pasos de montaña y las vías de comunicación que penetraban en la región. Todavía hoy pueden reconocerse numerosas fortificaciones, nidos de ametralladora y trincheras en la Guaranga, en el Abedular, en el pico Remelende o en el puerto de Tarna.

Horacio, que era un niño en aquellos tiempos, vivió en primera persona el dramatismo de abordar la vida sin la presencia de su padre, de cuya tumba la familia nunca supo la ubicación exacta.

Hace cinco años, cuando en el pueblo leonés de Polvoredo se descubrió y exhumó una serie de cadáveres de personas enterradas allí desde la guerra civil, en el llamado pozo Grajero, Horacio concibió la esperanza de encontrar el lugar donde reposaban los restos de su padre. Comenzó entonces una peregrinación por los pueblos de Caso y de Ponga, y por los del norte de León, donde residiera alguna persona que hubiera podido conocer el lugar donde estaban las fosas comunes. Estuvo en Viegu, en Tanda, en Sobrefoz, en Tarna. Habló con Braulio, con Benito, con César, y como resultado de esas pesquisas concluyó que la fosa se halla detrás del Picón de Tarna, en un lugar que los casinos conocen como el Picu Filiparri, y que debe de estar próximo o coincidir con el Picu Abedular.

Como el lugar pertenece a la provincia de León, Horacio habló con la juez de Cistierna, en cuyo término municipal se encuentra la zona en la que los testigos localizan las fosas comunes. Estuvo en Maraña con un antiguo alcalde y juez de paz. Pero en todos los sitios le desanimaron con respecto a la posibilidad de desenterrar a su padre y a los que junto a él yacen, debido a lo dificultoso del terreno y a la gran cantidad de enterrados que allí debe haber.

Desestimada de este modo la posibilidad de recuperar los restos, la pretensión de Horacio Machargo se centró en conseguir que en las inmediaciones del puerto de Tarna se erigiera un monumento que perpetuase la memoria de los allí sepultados desde hace 68 años.

Cuando el pasado 28 de junio, a la una y media de la tarde, Horacio acudió a la sede del Gobierno del Principado para asistir a la entrevista que le había concedido el consejero de Justicia del Principado, esperaba recibir una nueva dosis de palmadas en la espalda y de comprensiones a su solicitud como las que lleva recibiendo durante los últimos años, pero pocas ayudas reales.Sin embargo, en este caso su larga lucha tuvo un premio, y García Valledor, yendo al grano desde el primer momento, se comprometió a colocar el monumento en el plazo más corto de tiempo posible, dando así satisfacción a los familiares de los combatientes republicanos hasta ahora allí olvidados.

El alcalde de Caso, Elías Rodríguez, ha comprometido, también, su incondicional apoyo a la realización de esta obra.
 

 
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